Ciertas ideologías y los partidos políticos que las sustentan basan sus doctrinas en el ataque continuo a un enemigo común. No se trata de gobernar para, gestionar para, construir para, sino hacerlo contra. Gobernar contra algo o alguien, un enemigo que, en la mayoría de los casos, solo existe, convenientemente deformado, en el imaginario de unos cuantos.
El enemigo básicamente es todo aquél que no piensa como ellos y si encima comete la osadía de hacerlo público, la afrenta ya es completa, se convierte en un enemigo público, alguien nocivo y perverso para el sistema que hay que eliminar a toda costa.
Y ahí es donde se encuentra precisamente el truco. El quid de la cuestión está en que, a poco que se profundice, uno se da cuenta de que el enemigo no es tal, sino un simple adversario político o social, alguien que piensa diferente y que, en el peor de los casos puede obtener más votos en unas elecciones y terminar gobernado. Táctica democrática simple y llana pero imposible de gestionar por ciertas cabezas cuadradas.
Seguir leyendo →