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Hace unos días, la secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra calificaba al PSOE como partido de la guerra debido al apoyo del gobierno socialista español a Ucrania quién, pese a las reticencias iniciales, finalmente habían consentido el envío de material de guerra a aquel país.
Como era de esperar, en el PSOE la cosa no sentó nada bien dada la obsesión del presidente Sánchez por la imagen y la buena prensa fundamentalmente debida a las repercusiones electorales que cualquier medida que se salga de la política de glucosa y almíbar puede llegar a tener.
Al mismo tiempo el ministro Alberto Garzón, zascandil de guardia siempre dispuesto a la astracanada salió en defensa de una ética comunista que sólo existe en sus sueños y se aventuró a decir que aquellas declaraciones eran un claro síntoma del desgaste de la coalición de gobierno y un más que evidente paso al frente en una hipotética pérdida de los apoyos del socio minoritario.
Cogido a contrapié, el sector podemita del Ejecutivo guardó silencio a la espera de la reacción socialista, por si no se producía o era benevolente con la chorrada del ministro macrogranjero, pero no hubo suerte y, aunque la reacción se produjo intramuros para tranquilidad de todos, el chorreo para las Monteros y las Belarras tuvo que ser de aúpa, hasta el punto de que la ministra Portavoz, Isabel Rodriguez no dejó contestar a la ministra de Igualdad, Irene Montero cuando era interpelada por una periodista sobre el particular en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del día 8 de este marzo. En su lugar, la portavoz(a) decidió recurrir a obviedades y vaguedades mientras su compañera de Igualdad callaba, otorgaba y mantenía una postura sumisa.
La explicación es clara y echa por tierra el sempiterno comodín de una ruptura en el acuerdo de coalición progresista PSOE-Podemos que JAMÁS va a quebrarse bajo la inferencia de que ¿cuándo y cómo van a verse en otra mejor quienes jamás soñaron con el reconocimiento y el oropel del que ahora disfrutan?
Tal pérdida de la prebenda gubernamental causa pavor con sólo pensarlo en el cuadro podemita, consciente de la más que probable pérdida de apoyos por inconsistencia doctrinal y la consecuente pérdida de escaños en unas futuras elecciones que eso conllevaría.
Resumiendo: circulen, señores, aquí no hay nada que ver ni ruptura que interpretar, a falta de boca cerrada de Garzón, ya nos callamos nosotras y a seguir en la poltrona. En silencio el pesebre no se acaba.
Y menos con la que está cayendo. ¿Dónde iríamos después a dar la murga? Pues eso.