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Terrorismo informativo

Hace años, un amigo periodista contestaba a mis quejas acerca del tremendismo y del sesgo informativo de los periódicos con una metáfora que me dejó perplejo.

  • ¿Qué por qué el recurso permanente al alarmismo y el relleno innecesario?, muy sencillo, dijo mientras doblaba la esquina superior derecha de la portada y la inferior izquierda de la contraportada formando dos triángulos minúsculos en cuyo interior lógicamente no había nada. Pues porque desde aquí, hasta aquí, dijo señalando los vértices de ambos polígonos hay que llenarlo de contenido y venderlo. Por eso.

Constaté al instante la genialidad de la respuesta, las implicaciones tan importantes que conllevaba y lo fácil que resultaba extrapolar el ejemplo al resto de medios de comunicación.

Hay que vender el producto y para ello nada mejor que comenzar con garra, gancho y contundencia, como ya dije en otra entrada.

El recurso al desasosiego para eso es infalible y es precisamente por eso por lo que portadas y titulares de prensa, radio y televisión se llenan de noticias cuyo denominador común es sembrar la inquietud, la intranquilidad y agitación del respetable y hacerlo, a ser posible, a la hora de comer.

Pero claro, hablar de un desastre en ciernes o en curso de manera rápida, pasajera, leve o sutil no sirve a las pretensiones de los mass media, al contrario, hay que machacar y machacar con la misma noticia mañana-tarde-noche durante al menos la mitad del periódico o del informativo para que el respetable se centre en la desgracia hasta que la comida se le hace bolo y resulta imposible tener una digestión en condiciones.

Todo obedece a un calendario establecido. Como es natural, las noticias coyunturales mandan: sesión continua de pandemias, catástrofes varias, volcanes y guerras; luego vienen las relacionadas con la madre naturaleza que, bien hinchadas, también dan su juego: olas de calor, de frío, nevadas, riadas y desastres de tamaño medio sazonados con disparatados consejos del tipo “no viajen si no es estrictamente necesario, y si lo hacen abríguense mucho, lleven mantas, el depósito del coche lleno y las baterías de los móviles a plena capacidad” o “no salgan a asfaltar la entrada de su porche a las cuatro de la tarde y, si lo hacen, pónganse un gorro (que no sea de lana) y beban mucha agua” y así un sinfín de observaciones y pertrechos con los que ni siquiera una expedición al Ártico o al centro de la tierra contaría a priori.

Una secuencia temporal perfectamente estudiada y calculada hasta el punto de que, cuando todo lo demás falla, siempre queda el comodín de la política y sus políticos desmanes como repositorio infinito de información, a menudo vacua, con las que rellenar almuerzos de palmero de vino y bocata de tortilla o acojonar nuestras comidas y cenas.

Llámese como se quiera, pero a esta técnica periodística consistente en tenernos pegados continuamente al televisor, la radio o el periódico con el alma en un puño, el corazón partío y una obturación anal considerable hace tiempo que le puse un nombre y creo que es el que mejor la define.

Terrorismo informativo.

Foto: Pixabay.

3 thoughts on “Terrorismo informativo

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