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activismoCuando oigo decir a una persona que es un activista de algo normalmente me pongo a la defensiva, es así, no puedo evitarlo.

Me invade una sensación de escepticismo, incredulidad y prudencia que creo que se traduce hasta en el rictus de mi cara y mi lenguaje corporal.

Y no es porque crea que el activismo es malo, no. El problema no es ese, el activismo es necesario, conveniente; algo que habría que inventar caso de no haberse hecho ya.

El activismo es un medio para modificar cuestiones que la sociedad, el tiempo o la costumbre se han encargado de convertir en disfunciones cotidianas que hay que cambiar o erradicar. No me perderé en ejemplos.

El problema es cuando el activismo deja de ser un medio y se convierte en un fin, en un canal para evacuar, de manera airada, miedos y fobias personales no exentas de cierto tic antisocial trufado de ciertas dosis de superioridad moral, violencia verbal e incluso física a poco que vayan cogiendo práctica en el berreo.

El activista de lo que sea no descansa, está siempre al quite y tiene razón en sus demandas porque provienen de sesudas reflexiones conseguidas gracias a una vida de estudio e investigación empírica que ni son tan reflexivas ni estudiadas ni el empirismo se ha sufrido en carnes propias; antes al contrario, a menudo me cruzo con tipos (y tipas) que no hacen más que repetir lo que otros a su vez le han dicho con la esperanza de que su proclama se haga realidad y su activismo tenga sentido. En el fondo poco más.

Y la soflama siempre es negativa, siempre es contra algo, contra alguien o contra ambos, es una especie de amenaza, de espada de Damócles permanente con la que te vienen a decir, sin decirlo: cuidado conmigo y con mis ideas, te puedo hacer la vida imposible…

Es curioso como nadie se declara activista de la tolerancia, del respeto o la compasión, esos no se autoproclaman, a ellos los proclaman a base de un ejemplo callado y constante, ganando corazones y consiguiendo adhesiones que merecen la pena no por lo fuerte que se griten sus argumentos, sino porque la razón no se gana por alzar más la voz o aumentar el grado de coacción.

La razón es algo que se tiene o no se tiene, por mucho que intente convencer a gritos cuando falta.

Es por eso que a menudo el activismo mal entendido acaba destruyendo las razones, eso es algo que debería tener cualquier activista en su catálogo de reflexiones de cabecera. Además desaparece cuando importa más la forma que el fondo; que se fijen más en uno que en lo que pide y cuando de lo que se trata es de imponer ese miedo difuso que los grupos de presión se han encargado de hacer habitual en nuestras relaciones sociales.

¿Nacerán activistas contra el activismo?, tiempo al tiempo.

One thought on “Activistas de guardia.

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