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La difícil convivencia en paz en el País Vasco

Que un Gobierno desee la convivencia pacífica de sus ciudadanos es lo normal, lo deseable y habitual, y que convoque o se adhiera a manifestaciones que la reivindican no tendría mayor relevancia si no fuese porque esa manifestación está invocada por un colectivo radical de Alsasua y la supuesta paz que reivindican lo es para un grupo de vecinos cuyo sentido de la armonía reside en el hostigamiento y la amenaza perpetua de unos servidores de la ley, vecinos a la par que ellos, cuya labor no entienden y a los que, recientemente han agredido brutalmente hasta mandarlos al hospital cuando se encontraban en compañía de sus mujeres y novias.

Los gudaris del siglo XXI son así, trabajan en grupo, desde la superioridad numérica y sin importarles apalear mujeres.

Décadas de desinformación y obstinada endogamia han acabado por perfeccionar esta exigua legión de tontos útiles.

Porque tontos hay en todos lados, eso es un hecho, y de su presencia siempre se percatan con especial habilidad los cobardes que les rodean, consiguiendo embaucarles poco a poco con su labia y su ideario hasta conseguir de ellos lo que desean, convertirlos en la mano ejecutora de sus miserables intenciones.

No suele costarles mucho, el caldo de cultivo ya está ahí, y estos tontos útiles, que durante décadas han espiado, vigilado y señalado a sus vecinos (policías, guardias civiles, concejales, políticos y cualquiera que pasase por allí), como objetivo del terrorismo de eta (para mí eta siempre se escribe en minúsculas), están ahora ociosos, sin mejores cosas que hacer que mezclar la bilis con cerveza en la tasca mientras mascullan odio, proclaman a gritos su estupidez y dejan pasar el tiempo entre sello y sello de la cartilla del paro.

Poco material, la verdad.

Incluso para obtusos mentales, tan poca tarea acaba resultando tediosa, de manera que, quienes piensan por ellos, en su afán por mantenerles ocupados para que no caigan en la cuenta de sus mezquinas vidas, decidieron revitalizar su odio creando un colectivo, Ospa Mugimendua, que, a falta de mejores cosas que hacer, se dedican a pedir la expulsión de la Guardia Civil de Navarra.

Como podían pedir que la leche se vendiera en cestas, es solo para tener entretenidos a los tontos del pueblo.

Y así, han mantenido a la cuadrilla de onanistas mentales distraídos en actividades como el carnaval aquel en el que Rey Juan Carlos era una especie de Hitler, la quema de muñecos con tricornio o el desfile de carrozas de la Guardia Civil con simbología nazi, todo ello aderezado con insultos permanentes, agresiones de mayor o menor intensidad y un hostigamiento que divide el pueblo en dos partes, los matones y los que no quieren problemas, los que llevan mirando para otro lado durante décadas.

Este ambiente triste, opresivo y brutal es el que el Gobierno navarro defiende y entiende por “ambiente de paz” hasta el punto de apoyarlos y dar de nuevo alas a la gran mentira, esa que dice que la culpa es del asesinado, que el pecado es de quien recibe los golpes. La inversión de la culpa ahora se institucionaliza. Era cuestión de tiempo y de bajeza política.

Un Gobierno que defiende a los violentos no merece vivir en paz, pero, por lo visto y para su desgracia, la Guardia Civil seguirá ahí, procurando y defendiendo la paz para quienes no saben valorarla ni entenderla, porque, como buenos tontos, no lo saben, pero las necesitan a ambas, a la paz y a la Guardia Civil.

Por mucho que berreen en su contra.

Este artículo fue publicado en la Ronda Somontano el día 25 de noviembre de 2016, puedes leerlo aquí

 

 

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