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A toro pasado es muy fácil ser historiador, eso es un hecho y es básicamente lo que viene a decir tan aparatoso término con el cual venimos a demostrar lo bien que lo habríamos hecho (nosotros) caso de tener que decidir en cualquier trance (pasado, eso si) que ahora enjuiciamos.

Nosotros lo habríamos hecho todo indudablemente mejor que quienes nos precedieron y tuvieron que tomar las decisiones, aunque sólo sea por el hecho de que, a la luz de la historia, tomar decisiones se revela un juego infantil en el que todos solemos tomar parte.

Es algo irresistible para los españoles y, tal y como se ha visto esta semana, para muchos foráneos que, a falta de mejores cosas para tapar sus vergüenzas patrias, se dedican a enmendar la plana a nuestros antepasados haciéndonos responsables a nosotros de sucesos y acontecimientos que forman parte de una historia al parecer tan inalterable como modificable.

Paradojas.

Así ha debido pensar el presidente de Mexico, Antonio Manuel López Obrador quien, metido a historiador, se ha puesto a interpretar la historia concluyendo que el actual Rey español es responsable directo de las andanzas de las pérfidas huestes hispanas que allá por 1519 conquistaron su país (que por aquél entonces ni era Mexico ni era suyo) en nombre de su homólogo (Carlos I) y que, por lo tanto, corresponde al actual rey, Felipe VI, pedir perdón, en nombre del Estado español, tanto por la invasión como por sus formas.

Huelga decir que la conquista, por definición, no se llevó a cabo con exquisitez victoriana, pero eso es algo que il va de soi y, quizá por eso, Lopez Obrador, cántabro de ascendencia, emulando a los estudiantes sudamericanos que increpaban a Salvador de Madariaga en la Sociedad de Naciones, se ha erigido en quien ha de resolver tal afrenta a base de exigir perdones a quienes no tienen ni culpa ni razón para darlos.

Y así, pretendiendo que sus nacionales olviden los problemas económicos, de seguridad interna y demás cuitas, exige de nuestro monarca un perdón tan improbable como imposible, consecuencia lo uno de lo otro y criticado incluso por los suyos.

Sí, los suyos, esos mexicanos hartos de violencia, de unas tasas insufribles de pobreza, delincuencia, corrupción, contaminación y de unos más que evidentes problemas en educación y salud que se ríen (por no llorar) de las ocurrencias de un presidente ávido de emular, por lo visto, a otros insignes botarates que pueblan aquellas latitudes.

Por no hablar de la flagrante falta de rigor en todo aquello que afirma y en lo que no voy a entrar porque es materia de historiadores y yo, al contrario que el presidente mexicano, no dominio (ni de lejos) tan noble arte y ciencia.

Sea como fuere, ahí tenemos al personaje, uno de tantos, reclamando su minuto de gloria a base de disparates, formula habitual y descastada de comunicación política con la que estadistas de tres al cuarto pretenden llamar gobierno a lo que es solo disimulo y ganas de meter la pata.

Porque malo es olvidar la historia, pero peor aún reinventarla.

Pero es que está tan de moda…

One thought on “La falacia del historiador

  1. Obrador , es un comunista que junto con la izquierda española, tienen el reloj parado 1492, cuando la conquista de América, a la cual siguen criticando y aquí tenemos la prueba. La segunda república española, establecio su gobierno en el exilio, en Méjico, aportando una cantidad grande de oro , siendo Presidente el Dtor Negrín
    Las relaciones diplomáticas de los dos países hermanos se restablecieron en el año 1982.
    Por lo tanto quiero decir que lo que este comunista reclama es normal
    Nuestro Presidente, Pedro Sánchez . estuvo en la toma de posesión de este SR. ( ellos sabrán lo que hablaron )
    Como bien dices Javier, la historia es historia y lo que no se puede hacer es reinventarla

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