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imageAunque no existe unanimidad doctrinal en torno a lo que se considera un Estado fallido, podemos partir unos presupuestos básicos en base a los cuales atisbamos si un Estado lo es o se encuentra en riesgo cierto de serlo.

El fallo en la garantía de los servicios básicos es uno de los primeros y más claros síntomas, pero claro, ese fallo no aparece por sí solo, sino que suele venir de la mano de otras evidencias: el fracaso político, que a su vez dimana del fracaso económico. Ya se sabe, lo que no son cuentas, son cuentos y aquí las desgracias nunca vienen solas, más bien en cadena.

El caso de Grecia es paradigmático. El incipiente fallo social, sólo mitigado en parte y de manera perentoria por las inyecciones económicas de la UE y demás organismos en forma de rescate (crédito) es cuestión de tiempo. Recortes en prestaciones públicas, subsidios y salarios no solo son medidas a las puertas, son un hecho consumado.

No voy a detenerme demasiado en los motivos y orígenes de la crisis griega, bastan unos pocos datos para dar una idea de ello. Un país en recesión desde hace seis años, con un déficit público que llegó al 13,6% y una deuda que suponía el 113% de su PIB, la economía griega soporta una deuda (sin contar el tercer rescate) de unos 320.000 millones € (unos 175.000€/habitante).

Una cifra imposible de pagar sin ayuda de terceros.

Así las cosas, con dos rescates consumados, un tercer rescate en ciernes y sin ideas claras de cómo salir del atolladero, la afirmación de que Grecia ha perdido su soberanía económica es incontestable. Grecia depende del dinero de quienes se lo prestan y ya se sabe que, el que paga manda.

Y así es como llegamos a un Estado cuya soberanía económica reside en terceros, con serios problemas para garantizar los derechos sociales, permanentemente vigilada en su forma de emplear el dinero que recibe y cuya sociedad percibe la falta de autoridad y legitimidad de su Gobierno en la toma de decisiones, con el consiguiente descrédito de una clase política que improvisa y modifica, sobre la marcha, promesas electorales con las que consiguieron gobernar por aclamación, pero que ya no tienen ningún valor.

Y sin soberanía económica no hay nada. Es triste pero es así y lo es a todos los niveles. Por muchas Leyes y Constituciones que se tengan, las lineas rojas inamovibles se van diluyendo con el paso del tiempo, todo vale para tener contento al prestador y el andamiaje estatal se vuelve puramente semántico.

Nada es válido ni efectivo para quien te dice que tienes que hacer y cómo llevarlo a cabo, si el que lo hace es quien te presta el dinero y quien debía hacerlo, de manera natural, se empeña en políticas irreales, realidades ficticias y demagogia sin otra sustancia que un sustrato ideológico fracasado.

En estas cuerdas está enrollada Grecia y sus otrora salvadores, ni están ni se les espera.

Γι ‘αυτό το ταξίδι , είχε βαλίτσες λείπει .Γι ‘αυτό το ταξίδι , είχε βαλίτσες λείπει . (Para este viaje, no hacían falta alforjas).

Así de simple, así de fallido.

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