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Creo estar de acuerdo con la mayoría de españoles cuando pienso que la disparatada lista de peticiones que los socios independentistas de Sánchez vienen desgranando desde prácticamente la noche misma de las Elecciones Generales del 26 de julio con el objetivo darle sus votos de cara a la investidura nos tiene a todos entre alarmados y desconcertados.
A la tan traída y llevada amnistía para las mentes pensantes y los brazos ejecutores del teatrillo del 1 de Octubre de 2017 que parece estar ya pactada con el presidente en funciones, hay que unir la sombra de la sospecha, bastante alargada por cierto, de la concesión con vaya usted a saber qué imaginativa forma jurídica de un nuevo referéndum de autodeterminación unilateral que acabe de una vez con la unidad de España con las nefastas conclusiones que a nadie escapan y ello supone.
El problema es que la cosa no acaba ahí. La cuestión es que la causa independentista, aprovechando la flojera presidencial y la urgencia de sus votos para acceder al sillón de La Moncloa siquiera unos minutos más, ha encontrado en esta desgraciada confluencia un filón en el que conseguir del Gobierno del Estado todas las peticiones que se les ocurran, por disparatadas e injustas que puedan parecer con tal de poder allanar el proceloso camino a la investidura.
Hasta conseguir la independencia definitiva, para abrir boca y por citar sólo algunas de las más llamativas, las peticiones discurren por cuestiones como la cogestión de los fondos europeos, el traspaso de infraestructuras, un relator independiente que supervise el sarao, la condonación de la deuda catalana, más inversiones y capacidad para incurrir en déficit, una Comisión de Investigación sobre los atentados del 17 de agosto de 2017 en Las Ramblas de Barcelona (que culpe al Estado español de todo, por supuesto) y cuestiones relacionadas con la fiscalidad y la Justicia que, por difusas e insensatas, todavía no se encuentran en condiciones de definir con claridad.
Sólo falta que, a medida que el horizonte judicial del F. C. Barcelona se vaya oscureciendo con el Caso Negreira, se pida también su desjudicialización y consecuente amnistía para que aquellos que se vean involucrados, consideren sus deudas saldadas. Al tiempo.
La cuestión es que, ante esta escalada del absurdo y el desatino, hace ya tiempo que me ronda una idea por la cabeza. ¿A ver si lo que quieren los independentistas es poner el listón tan alto que a Sánchez, dadivoso en otorgar todo aquello que se le pida, le sea imposible ceder ante semejante irracionalidad y tenga que convocar elecciones?
Es algo que cada vez se torna más verosímil si tenemos en cuenta que el independentismo no es un fin en sí mismo, sino un medio para mantener a quienes lo sustentan en un victimismo permanente que les posibilite vivir a costa del asunto durante las generaciones que sea necesario.
Dicho de otra manera, cuidado con lo que se desea, no sea que se convierta en realidad y esta muestre que, conseguida la independencia, se acabó el chollo, es decir, tocaría gestionar un nuevo territorio con todo lo que ello conlleva. Un país que nace fuera de instituciones paraguas como la Unión Europea, con su Administración propia llena de funcionarios y sus pretensiones de cobrar a fin de mes, su gasto social y en infraestructuras, su Ejército, su entramado fiscal, judicial y hasta su Comité Olímpico.
Un follón. Mucho trabajo y poco glamour comparado con la bicoca que tienen ahora. Para eso mejor quedarse en Waterloo y seguir dando la murga, ¿no?
Por eso, lo que cada vez me parece más evidente es que esta cuadrilla ha visto ya que la mamandurria debe administrarse lo mejor posible, alargando cada etapa e intentando evitar que la ansiada independencia llegue por fin, porque donde acaba España comienzan los problemas. La proclamación de la republiqueta catalana que duró nada más y nada menos que ¡56 segundos! es buena muestra de que vivir del cuento es mejor que tener que escribirlo.
Lástima que nuestro presidente no se esté dando cuenta de este detalle, porque de hacerlo, se libraría de muchos quebraderos de cabeza, nos los evitaría a nosotros de paso y podría dedicarle más tiempo a lo que realmente le gusta.
Pasearse en Falcon.
Foto: Creación propia a partir de parámetros aportados a la herramienta de inteligencia artificial CHAT GPT-3 de Open-AI integrada en el navegador Bing.
De acuerdo, pero de que sirve nos vamos a hundir en la puta miseria y nadie moverá un pelo, pero nos da vergüenza manifestarnos en contra