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Elecciones galicia

Fiel a la ironía que conlleva la expresión, sin ánimo de ser exhaustivo, sabedor de que, a toro pasado es muy fácil ejercer el arte de Cúchares y de que otros, con más tino y reflexión ya lo han hecho antes, se impone desmenuzar, siquiera someramente, las claves y consecuencias de las elecciones gallegas del 18 de febrero de este año del Señor de 2024.

Como punto de partida hay que decir que las gallegas son, de ordinario, unas elecciones anodinas. Feudo del Partido Popular desde hace décadas, vienen siendo consideradas como previsibles, pero en esta ocasión no.

Y no lo digo por el resultado final, que ha acabado siendo el más predecible, sino por las expectativas en torno al proceso.

Por un lado, la geopolítica española había colocado estos comicios en el centro de una batalla de liderazgos entre Sánchez y Feijoo, convirtiendo lo que, de facto, es solo un proceso autonómico en un auténtico plebiscito sobre las dos figuras nacionales del gobierno y la oposición.

Así las cosas, que quien perdiese, perdería también la legitimidad para seguir ejerciendo su función gobernante o fiscalizadora en clave nacional, aunque con matices, porque la esquizofrenia política española se ha encargado de dejar bien claro desde el inicio que si ganaba la izquierda, ganaba Sánchez, pero que aunque ganara la derecha, perdía Feijoo.

Esto, difícilmente comprensible, sin embargo tiene sentido en la sociedad y la política española de 2024. Los innumerables medios de comunicación afines al gobierno, en su diaria e incansable labor diaria de desinformación, se han encargado de que así sea y así se crea.

Sin embargo, los gallegos, gente pragmática, han votado en clave autonómica, sin dejarse llevar por el ruido nacional, identificando y valorando en su justa medida los pelets, amnistías y el resto de ruido mediático que, lejos de aportar nada positivo a sus vidas, sólo buscaba enturbiar un panorama político que estaba más que claro para los gallegos a juzgar por los contundentes resultados para unos y para otros.

  • El PP continúa consolidando su hegemonía en la Comunidad. Pese a la alta participación (que parecería favorecer en este caso las opciones de izquierdas) y a haber perdido dos escaños, aumenta en número de votos, manteniendo cómodamente la mayoría absoluta. Y van cinco consecutivas.
  • El BNG se consolida como segunda fuerza política, en detrimento de un PSOE en descomposición. Aquí también los gallegos de izquierdas han dado otra lección de coherencia. Puestos a elegir nacionalismo, mejor el original que la copia.
  • El PSOE se hunde en su mar de contradicciones. Sin apoyos por parte de la directiva nacional, y desahuciado de antemano por su presidente, su inaudita apuesta por un nacionalismo, el del BNG, en el que apoyarse para gobernar en una hipotética coalición a la que han fiado todo, se ha dado de frente con la realidad de una Comunidad que sabe aprender de los errores de otros.
  • Sumar no ha ganado ni en el pueblo de su baranda nacional. La demagogia incomprensible de su candidata, Marta Lois, no ha calado (o la han calado, por mejor decir) entre un electorado gallego poco proclive a los experimentos estalinistas.
  • Democracia Ourensana con su peculiar líder, Gonzalo Pérez Jàcome, al frente ha, conseguido un escaño que, a la luz de los resultados, resulta inútil por irrelevante y casi podría decirse que innecesario. Los sueños húmedos de chantajear sin piedad al partido en el Gobierno (fuera el que fuera) para conseguir sus objetivos electoralistas al más puro estilo catalán han quedado neutralizados por la mayoría absoluta conseguida por el PP, el partido ganador. Resulta paradójico que, quizá por ello, Jàcome sea capaz de cumplir su promesa electoral de pactar incluso con el diablo con tal de conseguir sus propósitos. Ahora bien, el pacto desde luego no será con fines políticos. 
  • VOX sigue sin penetrar en el ideario político gallego donde no caben los extremos. De nuevo se quedan sin representación y el discurso revanchista y cargado de rencor que, a lo largo de la noche electoral pronunció su presidente, Santiago Abascal, contra el ganador, no parece el más acertado para reconducir esa situación a futuro.
  • Y por último, y nunca mejor dicho, Podemos, un cadáver político que agoniza y se desangra entre sus luchas internas y personalismos que le mantienen alejado de la realidad de un pueblo ante el que antaño dijeron ser los únicos capaces de representar honestamente. Levantado el velo de la falacia, se ha comprobado que la moqueta era su único objetivo y el progreso se entendía sólo en clave personal, la suya. La gente termina dándose cuenta de eso y pasando factura por ello.Han conseguido menos votos que el PACMA. Poco más que añadir.

Foto: Portada de la web electoral de la Xunta de Galicia https://www.eleccionsgalicia2024.gal/

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