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Aznar

 

Personalmente opino que, dado el monumental repaso que José María Aznar dio ayer a los componentes de la Comisión de Investigación encargada de mantener vivo el odio hacia el Partido Popular y todo lo que le rodea, no creo que tengan ganas de repetir confrontación.

Como cualquiera, Aznar tiene su pasado político, eso es innegable, pero también lo son logros conseguidos para un país que heredó devastado como también le sucedió, a mayor escala, a Mariano Rajoy gracias a las recurrentemente nefastas políticas socialistas que regularmente nos asolan.

Breve historia de una breve comparecencia.

En la comparecencia quedó claro que supuestos líderes como Iglesias y Rufián, mal que les pese a voceros y acólitos de la causa zurda, están muy lejos de la talla intelectual y política de Aznar, a quien no doblegaron en ningún momento ya no por la —sobrada—capacidad del compareciente, sino por la ineptitud de los intervinientes a la hora de preguntar, más afanados en el insulto, la descalificación y en el intento de mofa que, como estaba cantado, les salió por la culata.

A buen bosque fueron a hacer fuego…

En ningún momento pusieron en aprietos ni obligaron al expresidente a entrar en las cuestiones para las que había sido citado, perdiéndose en juicios personales y otras fruslerías con las que disimular su incapacidad, de manera que aquel no tuvo empacho en seguirles en un juego que, tras años de parlamentarismo, domina perfectamente.

Porque claro, la pugna no se sustanciaba en un debate de La Sexta, ni se enfrentaban a un tertuliano más, de esos de mente corta y lengua larga, sino a uno de los mejores políticos que ha dado la democracia española de los últimos treinta años.

Es lo que tiene la actual generación política, formada en asambleas, ateneos y laboratorios universitarios, que se creen el ombligo del mundo, hartos de escuchar que son la generación más preparada, nunca han reparado en que quizás no lo sean o, aún peor, en que lo sean en cuestiones poco provechosas para el bien común que dicen defender, por expresarlo de una manera suave.

Visto el espectáculo, como dije, no creo que les queden ganas de volver a cruzarse con “Pepe” y mucho menos de recoger el guante que, con su retranca característica, les lanzó y se avengan a pasear con él.

Porque no servirían ni para pasear a su perro, para que vamos a engañarnos.

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