Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 55 segundos
Con la llegada al poder de los mal llamados nuevos partidos (ya he explicado en anteriores publicaciones por qué son más de lo mismo), la eclosión de los procesos participativos está tomando fuerza.
Era de esperar, no en vano, quienes promueven estos procesos y que ahora manejan el cotarro, se basan en una ideología asamblearia en la que todo se decide por una mayoría tumultuaria, más legitimada cuanto más sea el numero de personas (y personos) que la integren y respalden.
El rollo asambleario es fantástico. La sensación de participar en las decisiones importantes eleva al individuo (y la individua) a un plano superior, al limbo de los que mandan, a ese espacio reservado para las élites en las que, por arte de magia, nos hemos convertido, donde lo que opinemos cuenta y de qué manera.